He de confesar que fue en una clase de informática aplicada a la
traducción cuando estudiaba la carrea de Traducción e Interpretación cuando
empecé a conocer el término Crowdsourcing y lo que éste implica.
Hasta el momento,
aunque de pasada había oído el término, jamás antes me había planteado
realmente de qué se trataba y de las implicaciones que éste fenómeno
podría traer consigo. Sin embargo, «escudriñando» por la red y
leyendo otros blogs de profesionales y alumnos del ámbito de la Traducción he
podido constatar lo cada vez más extendida que esta actividad está,
lo que no puede dejarme impasible si uno tiene en cuenta que
como buen traductor que se precie, es de obligación estar al día de lo
más «in»: Facebook, Twitter, LinkedIn o Wikipedia recursos tan actuales y
empleados de forma tan masiva por cualquiera, utilizan el crowdsourcing.
Y ¿qué es el crowdsourcing? En principio,
parece que hay una gran mayoría que coincide en que se trata de la
prestación voluntaria y colectiva, aunque gratuita de unos servicios a una
empresa u organización, en el caso que nos ocupa de los servicios de
traducción. Para algunos colaborar de forma voluntaria implica una labor
altruista digna de mención, aunque personalmente yo opino que con esta
actividad se pone en riesgo a la profesión. Otros como en http://javiermegias.com/blog/2009/09/crowdsourcing-innovacion-y-la-colaboracion-masiva/ defienden que el crowdsourcing es sinónimo de «gorroneo
masivo».
Claro que esto
no quiere decir que de forma radical, yo, esté en contra de tal fenómeno, sino
que se han de tener en cuenta diversos aspectos implícitos. Así, creo que
el crowdsourcing puede estar justificado siempre y
cuando se trate de realizar una actividad sin ánimo de lucro y en aras del bien
social, como puede ocurrir en el caso de Wikipedia que de forma global
permite la difusión de ideas y conocimiento.
No obstante, también
opino que al ser ésta una actividad completamente desregulada existe una
peligrosa y estrecha franja que fácilmente traspasarían las empresas al
percatarse de la existencia de una «mina de oro» ya que no están
obligadas a pagar remuneración alguna a cambio del servicio
prestado, lo que además ocasionaría una disminución en el volumen de
trabajo disponible para los traductores profesionales.
De lo que no cabe duda
es de que en los tiempos de crisis que corremos y desde el punto de vista
empresarial con el crowdsourcing se reducen los costes de las
organizaciones, e incluso puede verse como una oportunidad no
sólo para que las empresas sigan activas sino como experiencia para aquel
traductor amateur que se inicia en el ámbito de la
traducción, pero por otro lado, también permite el acceso a cualquiera lo que
repercutirá, sin duda en una baja calidad de los proyectos que a largo plazo
perjudicará al mercado de la traducción haciendo que se infravalore la
profesión.
Y aunque en realidad
siga discrepando de las bondades del crowdsourcing, sin embargo me
niego a ver el “vaso vacio” e incluso rompería una lanza por tal fenómeno, pero
cuando atisbo la versión de Twitter en español (http://twitter.com/tos ) con sus incoherencias, calcos
y errores léxicos, no puedo por menos pensar en los riesgos que el
traductor profesional corre y lo poco valorada que se encuentra la
profesión.